Gustavo Petro hace tiempo que desconfiaba de su vicepresidenta Francia Marquez.Sentía que el poder se le había subido a la cabeza. Le llegó el rumor de que contrataba a sus primos, aunque resultara no ser cierto. Impulsaba obras en su municipio, lo que le hacía torcer el gesto. En privado, sostenía que Luis Gilberto Murillo, también afro y de origen humilde, era un hombre de mundo, estudiado, mientras que ella no había evolucionado para dar el salto a la política en mayúsculas. Al conocerla había pensado que podía sucederle en 2026, pero el tiempo le había hecho ver que no tenía la capacidad para liderar algún día el proyecto progresista en Colombia. Una decepción más, se dijo a sí mismo. Y se encerró en su despacho a leer tratados de filosofía.
La noche en la que escuchó los audios en los que su antiguo canciller y amigo Álvaro Leyva complotaba en su contra sintió un profundo desencanto. Y abrió los ojos de par en par cuando llegaron los segundos en los que se decía que ella estaba involucrada y aprobaba de manera indirecta lo que estaba por suceder. Le dijeron que aquello había estado en manos del servicio secreto y se mostraron tan alarmados que no duraron en mostrárselo. Que Leyva hablase de implicar al congresista Mario Díaz-Balart, al que detestaba por lo que le habían contado de él, no le extrañaba. Este era el plan de la extrema derecha y la Casa Blanca que siempre había intuido en su contra, siempre según propias reflexiones. Lo que no esperaba es que Márquez se hubiese prestado a tamaña traición.
Ella se lo negó en persona, pero no quiso decirlo públicamente, como le exigió Petro en una conversación que en la que el aire se podía rasgar con un puñal. Cuando EL PAÍS dio a conocer esas grabaciones, la vicepresidenta reaccionó a las horas mediante un comunicado y negó estar implicada en ningún complot. Sin embargo, lo que le llamó la atención al presidente es que no dijera que desconocía el entramado, de lo que interpretaba que Leyva le había contado. ¿Cuál fue la respuesta si esa conversación alguna vez se produjo? Seguramente nunca se sepa. Pero Petro alberga la convicción profunda que ella supo y consintió. Y es bien sabido que es más fácil mover una montaña que hacerle cambiar de opinión.
Por eso, desde la hermosa ciudad española de Sevilla, cargó contra ella, pidiendo que declare ante la justicia.No la exculpó ni la perdonó, más bien al contrario. Su rabia se ha dirigido más hacia ella que hacia Leyva, al que considera una serpiente capaz de cualquier cosa. De ella no lo esperaba. Según su entorno le ha contado a este corresponsal, coinciden en Casa de Nariño que Márquez es “una promesa que se perdió por el camino”. “Su problema es de visión. Privilegió a su comunidad, que es de su espacio más cercano. No logra mirar el conjunto de la etnia afro en Colombia, ni su diversidad”, dicen de manera descarnada, la forma en la que llevan refiriéndose a ella desde que se destapó el escándalo.
Y esto lleva al siguiente peldaño: Petro no quiere que en el futuro ella intente ser presidenta, para lo que debería esperar a 2030, ya que no dimitió en el plazo que debía hacerlo según las leyes electorales. Sería, según él, un error que fracturaría a la izquierda y daría paso a la derecha, incluso lo que él considera extrema derecha. Tampoco ve bien que lo haga Gustavo Bolívar, al que le repite que la revista Semana, cuando lo saca en portada como uno de los favoritos, le quiere tender una trampa, para que Vicky Dávila, su antigua directora, gane con comodidad. Ni Bolívar ahora ni Francia en el futuro, así de claro dicen en Palacio. La coyuntura ha servido también para que el cuestionado Armando Benedetti se apunte un tanto: “Lo dije, Leyva era esto y Márquez lo otro, cuando nadie hablaba de eso”. Benedetti y Leyva fueron enemigos enconados desde que el segundo le dijera al primero que debía irse a Caracas recién comenzado el Gobierno. En una ocasión estuvieron a punto de llegar a las manos. Adelina Cobo, la esposa del ahora ministro del Interior, se interpuso entre ambos.
Según Petro y quienes le rodean, esto ha servido para elevar su figura presidencial y empequeñecer el nombre de Francia Márquez. De paso, sin verlo venir, los audios quitan la atención de otros problemas que tenían al Gobierno asfixiado. Ahora toca insistir en la implicación en el complot de Márquez. No quieren que dimita, eso sí, la respalda un mandato popular y hay que respetarlo. “Francia debe aprender de esto y explicar con sinceridad que era lo que le decía a Leyva y si es cierto que en el famoso espectáculo del Consejo de Ministros(en el que Petro tuvo casi toda la responsabilidad) su intervención se la aconsejó él”, se preguntan desde Casa de Nariño. Son muchos los interrogantes, pocas las respuestas. Los audios secretos de Leyva han implosionado en medio de la historia de traiciones y complots que han rodeado al Gobierno.
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