sábado, 21 de junio de 2025

Marcos Diaz y la canción que nació de una puerta cerrada y un corazón partido

Por: Kamilo Ménez Vallenato


Las grandes canciones no siempre se escriben en estudios ni entre sonrisas. A veces, nacen en medio del silencio más duro: ese que queda después de un portazo. Así ocurrió con “Me vieron llorando”, una composición de Marcos Díaz Alarza, escrita en una de las noches más amargas de su vida, cuando el amor lo dejó en la acera y la música fue su único refugio.


Tenía apenas 23 años y estaba en pleno auge con el Binomio de Oro. Venía de una gira de presentaciones, con la maleta llena de historias para contar y el corazón con ganas de llegar al calor de su hogar. Pero la vida, como su voz, a veces desafina. Al tocar la puerta, en vez de besos y abrazos, lo recibió su esposa con una bolsa de basura negra entre los brazos. Dentro no había desperdicios, sino sus pertenencias. Y una frase que aún le duele recordar:

—Aquí no entras, esto se acabó.


Marcos se quedó quieto, sin saber si estaba en un mal sueño o en una pesadilla real. Escuchó cómo su pareja, la madre de su hijo, le echaba en cara lo que tanto había tratado de ignorar:

—Tú sabes que yo no gusto de tu familia, y ellos tampoco gustan de mí. Mejor quédate con tu mamá.


Ahí entendió todo. Entendió por qué su amor tambaleaba. Por qué, sin importar cuánto intentara unir dos mundos, no podía forzar un hogar sobre las diferencias. Por eso, cuando más adelante escribiría la canción, no dudó en plasmar esa línea que resume su tragedia:

“Me pusiste a escoger entre tu amor y mi madre.”


No se fue lejos. Frente a la casa vivía su suegra, la misma que según él nunca aprobó la relación, que le susurraba al oído de su hija rumores. Y ahí, frente a todos, sin vergüenza, Marcos se sentó a llorar. No por debilidad, sino por desahogo. Porque incluso los hombres que cantan alegrías tienen momentos de quiebre.


Y mientras las lágrimas bajaban, los familiares de su pareja en lugar de consolarlo se burlaban. Lo miraban desde la ventana y reían. Por eso esa otra línea tan cruda de la canción:

“Me vieron llorando, de eso se agarraron.”


La canción no la compuso con rabia. La escribió con verdad. Con el alma abierta como una herida. Porque a veces las letras más profundas no se inventan, se viven. Y en ese pedazo de vida quedó tatuado un adiós, un orgullo roto, y un amor que no alcanzó para dos familias.


Hoy, “Me vieron llorando” no es solo una canción. Es un testimonio. De esos que no necesitan adornos para doler, ni poesía para conmover. Basta escucharla para entender que hay versos que nacen de la calle, del rechazo, del dolor. Y también de la valentía de contarlo sin vergüenza.


Porque llorar no es de cobardes. Es de quienes se atreven a amar, incluso cuando no los esperan al volver.


© Kamilo Menez Vallenato – Todos los derechos reservados.


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