Que lo que sucede en el Cauca, Valle del Cauca y el Catatumbo nos aniquila a todos.
Si entendiéramos que esta guerra fratricida rompe con lo que hemos construido —todos— a través del tiempo y desde las regiones.
Si entendiéramos que los ataques contra la infraestructura física, sea de peajes, vías y estaciones de policía, son una afrenta contra del bolsillo de todos los colombianos, incluyendo al de aquel que dio la orden para causar zozobra y quien la cumplió, porque todos pagaremos eso de alguna u otra manera.
Si entendiéramos que esta guerra sin sentido que acaba con la vida que es lo más valioso que tenemos, no ataca un gobierno, un sector político o un individuo, sino que socava las oportunidades de muchos porque espanta a los inversionistas que generan empleo.
Si entendiéramos que ese que promueve las fuentes de trabajo llegó motivado porque hubo un gobierno y una sociedad entera que hizo atractivo un territorio al dejar capacidades instaladas, pero le toca salir despavorido ante actos barbáricos como los de estos días. ¿Quiénes pierden? Todos perdemos.
Si entendiéramos que la extorsión rampante en nuestro territorio, no es solo la muestra fehaciente de la estupidez humana porque destruye a quienes mueven la economía con sus negocios pequeños, sino que evidencia una sociedad enferma que amerita transformaciones desde sus raíces, no a punta de bala, sino con ideas incluyentes e innovadoras.
Si entendiéramos que el monopolio de la fuerza y del manejo de las armas debe estar en manos del Estado y no de los ciudadanos para no generar más conflictos y situaciones lamentables, aportaríamos a la paz colectiva.
Si entendiéramos que esos ‘gritos’ que lanzamos desde las redes sociales con los que buscamos ensordecer a quienes no piensan como nosotros es pura y física perdedera de tiempo, porque eso no edifica. Ganar una discusión ¿qué suma?, ¿qué deja? En concreto, nada.
Si entendiéramos que lo que le pasó al precandidato Miguel Uribe Turbay nos hirió a todos, nuestra mirada no se detendría en acusaciones y teorías cinematográficas, sino en ver cómo nos tomamos un respiro como sociedad, cómo hacemos un alto en el camino y analizamos este trasegar para tomar decisiones que nos involucren a todos y tengan como marco de referencia el respeto a las instituciones democráticas.
Si entendiéramos que los líderes y mandatarios solo somos un ápice de la sociedad y que necesitamos de todas las fuerzas activas mirando para un mismo lado —con todas sus diferencias naturalmente—, pero con la convicción, inequívoca, que con el corazón dispuesto y con la fortaleza divina de nuestro lado, podamos sacar este país adelante.
Si entendiéramos que las oportunidades hay que seguir creándolas para construir una nueva generación de colombianos con valores, porque la nuestra falló, pero aún así podemos enmendar el camino y dejar a nuestros hijos y nietos un país más equitativo.
Desde el Caribe les abrazamos con afecto a todos, en especial a nuestros mandatarios del Cauca, Valle del Cauca y el Catatumbo, que este abrazo solidario cobije a las autoridades que trabajan con fuerza y determinación para que Colombia sea cada vez mejor.
Aquí estamos, decididos y a la orden para que todos vivamos en un país en paz. ¡Qué Dios bendiga cada decisión tomada, qué Dios bendiga a nuestra Colombia!
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