La Universidad del Atlántico fue el epicentro de esta apuesta por la transformación social y cultural, como sede del tercer Encuentro Interuniversitario del programa presidencial “Sonidos para la Construcción de Paz”, una de las iniciativas más audaces y transformadoras de Colombia, que busca conectar el alma del país con sus raíces más profundas: el arte, la música y la cultura.
El evento, realizado los días 31 de octubre y 1 de noviembre en su Sede Norte, no solo consolidó un espacio de reflexión y aprendizaje, sino que se convirtió en un vehículo para fortalecer la paz a través de las artes. Con la participación de ocho universidades públicas, este evento ratificó el compromiso del Gobierno del Cambio de poner al arte y la cultura en el centro de la construcción de una Colombia más inclusiva y reconciliada.
También contó con la presencia de Maryluz Stevenson, rectora (e) de la Universidad del Atlántico; Melissa Eyes, jefa de Extensión y Proyección Social y Miguel Antonio Caro, Vicerrector de Investigación, Extensión y Proyección Social. Además asistieron personalidades como Gabriel Arjona, director nacional del programa “Sonidos para la Construcción de Paz”, por el Ministerio de Cultura, quienes se unieron al compromiso.
Bajo el respaldo del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes; y el Ministerio de Educación, el programa ha tocado ya 687 municipios y que, desde sus inicios, ha mostrado que la paz se puede construir desde las notas de una canción, desde un mural o incluso desde un tejido.
Una apuesta por la educación cultural
Cada rincón de la universidad se transformó en un eco de historias. Desde las primeras horas del día, estudiantes, académicos, artistas y comunidades enteras se dieron cita para intercambiar experiencias de vida a través del arte. En ese ambiente cargado de arte, sabiduría y reflejos de un país marcado por su historia, la viceministra de las Artes y la Economía Cultural y Creativa, Yannai Kadamani Fonrodona, abrió el segundo día con palabras:
“Queremos que la educación artística se convierta en una política pública que trascienda los gobiernos de turno. Este programa no solo está cambiando vidas, sino que está forjando un legado que llegará a todas las regiones de Colombia”. En su intervención, Kadamani resaltó la relevancia de fortalecer la alianza con las universidades públicas para expandir el alcance de la educación cultural, llevando el arte como una herramienta de transformación social y construcción de paz.
El evento, más allá de ser un congreso académico, fue una manifestación palpable de lo que la música, la pintura, el teatro y la danza pueden hacer cuando se convierten en motores de transformación social. Las universidades participantes, con la Universidad del Atlántico a la cabeza, mostraron lo que se puede lograr cuando se trabaja de la mano con comunidades que han sufrido el peso de la violencia, la exclusión y el olvido.
Un tejido de culturas: memorias, saberes y resiliencia
Una de las experiencias más impactantes del encuentro fueron los "tendederos de historias", donde se colgaron testimonios materiales de resistencia y creación: cartas, murales, grabaciones y tejidos, todos ellos realizados por las comunidades y estudiantes de los territorios más olvidados. Cada uno de esos objetos hablaba de algo más que la creatividad: contaba la historia de un pueblo, de una región que se niega a ser definida solo por su dolor, sino también por su capacidad de superar adversidades a través del arte. El panel abordado por Natalia Castellanos, tenía como objetivo la creación y conservación de la memoria histórica a través de proyectos artísticos que contribuyen al cierre de brechas sociales y territoriales.
Entre los trabajos más emblemáticos, se destacó un himno en lengua wayunaki de la comunidad wayú de La Guajira, el trabajo con 70 niños en situación de discapacidad en Caquetá, y el ritual de la tulpa de los Misak en el Cauca. La diversidad de las expresiones artísticas mostradas resalta la riqueza cultural de Colombia y su potencial para la sanación colectiva.
Al cierre de la cita, se presentó el trabajo realizado en instituciones educativas del Atlántico, donde jóvenes y niños de Puerto Colombia, Galapa y Malambo han encontrado en la música y las artes un medio de expresión, superación y fortalecimiento del tejido social.
El testimonio de Oneida Puerta, madre de José Hernández, un niño que había llegado tímido y cerrado a las clases, fue el reflejo de ese cambio. “Nunca pensé que mi hijo, que antes evitaba hablar en público, ahora estaría tan orgulloso de su clase de música”, compartió. Y no fue el único. Mildred Sierra, madre de Julián Gómez, un joven con discapacidad cognitiva, contó cómo la música lo había transformado. “Mi hijo toca la gaita y hace parte de un conjunto vallenato. Ya no es solo un estudiante; es un músico que pertenece a algo más grande”.
Mariano Candela Torres, director del programa en la Universidad del Atlántico, destacó la jornada Interuniversitaria como un espacio para compartir experiencias y reflexionar sobre los avances del programa en territorios que aún enfrentan las secuelas del conflicto armado. “Este evento no solo es una oportunidad para evaluar el impacto del programa, sino un claro llamado a seguir ampliando los horizontes de la educación artística como motor de paz en todo el país”, señaló Candela.
El Tercer Encuentro Interuniversitario del programa “Sonidos para la Construcción de Paz” dejó claro que las artes no solo son una herramienta de resistencia y creación, sino un pilar fundamental para la construcción de una paz duradera y una Colombia unida, inclusiva y en constante transformación.
Así, en la Universidad del Atlántico, se cerró el telón del Tercer Encuentro Interuniversitario, pero; los sonidos de la paz, como las notas de una guitarra, seguirán tocando en los corazones de todos los que creyeron, y creen, que el arte es uno de los caminos para alcanzar la tan anhelada reconciliación. Un camino que, tal vez, no siempre sea fácil, pero que se recorre mejor cuando se hace en conjunto, con la fuerza de la cultura como motor de cambio.
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