Eduardo Verano de la Rosa
El panorama de la economía ofrece luces y sombras. Lo bueno: hay mayor lucha contra los déficits fiscales, reducción de la inflación y reactivación económica. Lo no tan bueno: las dificultades en el sector de la construcción y renglones de la economía a la baja como la minería.
El déficit fiscal ahora es el más grande de la historia: llega al 7 % del PIB. Es el factor más negativo de la economía colombiana y además tenemos una caída en la tasa de inversión, la más baja desde la prepandemia.
Las exportaciones de productos agropecuarios a duras penas compensan el enorme descenso en las exportaciones de carbón y ferroníquel. Todo este panorama nos llevará a mayor desigualdad social, hecho que debería preocupar a los estadistas.
Ahora tenemos la particularidad de un ingreso mixto en las cuentas nacionales ya que no se puede distinguir entre los intereses y las metas de los dueños de las empresas y sus propios trabajadores lo que lleva a una mayor fragmentación económica. Las bancas han mostrado una mayor cautela para bajar las tasas de interés y tener una mayor presión para reducir la inflación.
Los empresarios se quejan por las dificultades para sacar adelante grandes proyectos. Un gasoducto necesita 116 permisos.
La inflación ha caído y ya está en 5.2 % y la política monetaria es de contracción. Los empresarios buscan que los gobiernos muestren tranquilidad y generen confianza para poder invertir. El discurso agresivo provoca incertidumbre y aleja a los inversionistas.
Hay que ponernos de acuerdo sobre el futuro y no solamente son los aspectos fiscales los que generan incertidumbre. También se están estructurando los presupuestos y la preocupación es la falta de equilibrio fiscal que podría enredar el manejo económico.
El 30 % de los recaudos va para el pago de intereses y ese es quizás el mayor problema porque cada vez es menor la porción al pago del capital de la deuda y lo que queda para inversión gubernamental es relativamente poco, por eso hay menos tendencia al crecimiento y la productividad.
Si el propósito es crecer 4 %, este debería ser el foco de la agenda para los sectores público y privado, y que la gobernabilidad evite, al máximo, el déficit fiscal porque ahora tenemos la deuda más alta de la historia con intereses por las nubes.
Preocupa muchísimo el aumento de los intereses de la deuda que no generan confianza y el grado de inversión de las calificadoras de riesgo reflejan mayor incertidumbre. Ya el servicio de la deuda está en un nivel de angustia y los gastos del Gobierno representan el 4 % del PIB y se han convertido en inflexibles.
El mundo vive un momento único de demolición de las reglas del comercio internacional que no se había dado antes y la gravedad de la actitud de Estados Unidos se mantiene con unas proyecciones económicas que están por fuera de las lógicas diplomáticas.
Hay enormes oportunidades en los alimentos si llegamos a sembrar 100.000 hectáreas para vender comida a muchas zonas del mundo. Lo ideal sería crecer 8 % en el año y generar 500.000 empleos, pero eso requiere seguridad en todas sus dimensiones para que la gente se atreva a invertir.
Tenemos que pensar en el relacionamiento con los demás países de América Latina, atacar la desigualdad, empujar el crecimiento económico con determinación y fortalecer políticamente la democracia a través de nuestras instituciones.
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