En tonos naranja y tornasol, la reina lució un vestido ceñido al cuerpo, con cortes irregulares y piedras que semejan escamas de y finalizaciones en organza que evocan la cola para bailar en el mar desbordado de alegría en plena vía 40.
Así mismo, llevó en la cabeza un tocado de plumas naranja y en la espalda una estructura que representa las aletas del pez bailarina. El diseño es una creación del diseñador barranquillero, Alfredo Barraza.
El vestido continúa el homenaje a la poetisa, Meira Delmar, quien manifestó también su admiración por el río y el mar en sus composiciones.
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