Eduardo Verano de la Rosa Artículo de opinión
La moral es un sistema normativo que gobierna la vida del hombre en comunidad, sirve de fundamento para orientar la voluntad humana en forma libre con la idea de construir una convivencia sana en una sociedad en paz.
La moral instituye normas para el cumplimiento de deberes para seres racionales y son reglas básicas con carácter universal que estamos en condiciones de aceptarlas y obedecerlas como leyes no coactivas.
La política es una ciencia y un arte, en sentido metafórico, fundada en la idea de normas racionales y de la prudencia a fin de lograr el buen gobierno de los asuntos públicos, de allí parte su conexión con la moral.
Immanuel Kant, filósofo dedicado al estudio de la política y la moral, encuentra nexos necesarios e inescindibles en estos conceptos, lo que quiere decir que, si bien son diferentes, no pueden vivir separados y que los deberes universalizados en las reglas morales son de obligatorio cumplimiento en la política.
Debe existir una moralidad pública que tiene que ser respetada por políticos y gobernantes. Por tanto, la política, los políticos y los gobernantes tenemos que obedecerlas como lo establece Kant en “Fundamentación a la metafísica de las costumbres” al decir: “El imperativo categórico es así, único y, por cierto, este obra solo según la máxima a través de la cual puedas querer al mismo tiempo que se convierta en una ley universal”.
Kant, al recuperar la conexión necesaria entre moral y política, enseña y reafirma que el político y el gobernante deben generar confianza en sus promesas por la moralidad que debe estar impresa en sus acciones y porque deberían actuar con transparencia y honestidad. Por ejemplo, Kant tenía aversión a la mentira y a las promesas falsas de los políticos y gobernantes. Ve en ello la fuente de todo mal y una corrompida mancha en la naturaleza humana.
En su obra “Metafísica de las costumbres” en la segunda parte conocida como los “Principios metafísicos de la doctrina de la virtud” asegura que: “La mentira es degradación y en cierto modo anulación de la dignidad humana”. Agrega que “el mentiroso tiene todavía menos valor que si no fuera más que una simple cosa”. Insiste en que “el medio de la mentira no es bueno para nada”. Ni siquiera frente a la amenaza criminal se debe mentir. Para Kant, nunca debe hacerse.
Por tanto, para él no existe ningún derecho a mentir, otra cosa es que frente a las amenazas criminales que pongan en peligro un derecho, no se tiene el deber de responder porque se está en presencia de un ataque a la libertad y a la dignidad humana.
El pretendido derecho a mentir no existe en ningún ordenamiento estatal. El que miente atenta contra la dignidad humana y contra su propia dignidad. El político y el gobernante que miente destruye la confianza que la comunidad deposita en su persona y, por esa vía, debilita la democracia y su propio gobierno, es que se oculta algo que no es correcto en las acciones de un gobernante.
Un ser humano que miente mina su respeto. Siempre es preferible decir no a mentir, porque como nos enseña Albert Camus en su libro “El hombre rebelde” el que es capaz de decir no, es un hombre valiente. El que miente, traiciona.
En conclusión, si queremos tener una sociedad justa y en paz, la política debe seguir las reglas de la moral. Leer a Kant es un acto de buen gobierno.
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