Niños, adultos y ancianos están viviendo entre charcos, barro y basura: el panorama que enfrentan debido a las condiciones climáticas en la Bendición de Dios.
Por las calles caminan descalzos, que no son más que trochas angostas llenas de tierra húmeda manchada por el agua sucia de los charcos.
Según manifestaron, por cada paso que dan existe un riesgo de que una mordida termine por enviarlos a un hospital, como ya lo han tenido que hacer otros enfermos en el sector. Uno, un joven con artrosis; otra, una señora con una herida en la pierna.
En sus casetas de madera, chuecas, con grietas y húmedas, no tienen dónde esconderse de las serpientes, que se escabullen rápidas entre los orificios de las paredes, o entre los pequeños charcos de agua marrón que hay junto a las puertas, que no son más que tablas puestas para ganar un poco de privacidad y -supuesta- seguridad.
Dentro, los colchones delgados están mojados, los muebles rotos y las pequeñas ventanas tapadas con bolsas negras, o con algún pedazo de plástico.
Al mediodía, con el sol en lo más alto del cielo, el calor hace que el olor de la basura se esparza por todo el lugar, dándole así la estocada final al ambiente de peligro que viven estas familias, ubicadas en las primeras dos cuadras de esta zona de invasión cerca a la rotonda de la Avenida del Río.
En total, son unas 40 viviendas las afectadas por la lluvia. Sea por inundación o hundimiento, los habitantes del sector están desesperados, asustados y preocupados, pues no encuentran una solución para su problemática.
En 14 años que llevamos viviendo aquí es la primera vez que nos pasa una cosa como esta”, dijo Julia Ruiz tras terminar su caza de serpientes. “Estos animales están por todos lados. Nos acosan, no podemos dormir. Ellas también le huyen a lo húmedo y quieren venir a lo seco, que es donde nosotros estamos, pero nos da miedo que nos ataquen”, agregó.
Por esta situación, varios residentes de esta zona de invasión aseguraron “no poder dormir”, sumado al frío que dicen sentir en las noches producto de la humedad. “Que no llueva es un milagro, porque todos los días es lo mismo. Nos toca sacar el agua con baldes y escoba.
El nivel ha llegado hasta los 30 centímetros; nos llega hasta las pantorrillas”, denunció Beatriz Gómez.Lo mínimo que pedimos es que nos reubiquen y nos indemnicen.
Nos prometieron mudarnos a una urbanización Lluvia de Oro, pero no nos han dicho más de ese tema. Estamos enfermos, acá hay niños y necesitamos ayuda. En cualquier momento una serpiente de esas nos pica, o nos termina por afectar toda la basura que hay en la zona”, manifestó la mujer.Para ella, y para los vecinos de la zona, el problema recae en que el agua de lluvia queda represada en el sector donde están sus viviendas, debido “al cierre que hizo el propietario del predio vecino”. Respecto al tema, la jefe de la oficina de Gestión del Riesgo de Barranquilla, Ana Saltarín, manifestó que esta es una situación “grave” tanto para las personas que habitan en el sector como para el ecosistema, pues estas invasiones ocupan terrenos de humedal.
Esas son las condiciones de esos terrenos y muchas de estas personas han vuelto luego de haber sido reubicadas. Para el Distrito, como para el país, es difícil controlar estos fenómenos migratorios porque gran parte de los habitantes de esa zona se mudaron ahí debido a sus condiciones socioeconómicas, pero si permanecen ahí pueden seguir siendo víctima de todas las problemáticas con las que viven, que son deficientes”, aclaró.Por último, Saltarín hizo un llamado a la ciudadanía a no apoderarse de los espacios naturales y a generar conciencia sobre el peligro que esto representa para los ecosistemas.
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