Por las calles de Cali aún resuena el eco de una noche que comenzó con risas, luces y música, y terminó con un silencio imposible de llenar. María José Ardila, una joven de 23 años, llegó a una discoteca del sur de la ciudad para celebrar con amigos. Nadie imaginó que esa velada se convertiría en su última.
Era una de esas fiestas donde los retos con licor, alentados por las redes sociales, se vuelven parte del espectáculo. Entre aplausos y gritos, los asistentes competían por beber la mayor cantidad de alcohol en el menor tiempo posible. María José aceptó el desafío. Lo que parecía un juego se transformó pronto en tragedia.
Minutos después, el cuerpo de la joven no resistió. Se desplomó frente a todos, mientras la música seguía sonando. Fue trasladada de urgencia a la Clínica Imbanaco, donde los médicos lucharon durante días por mantenerla con vida. El diagnóstico fue devastador: intoxicación etílica severa, falla multisistémica y muerte cerebral. Su familia, entre lágrimas, confirmó que fue desconectada del soporte vital.
En Cali, la noticia corrió como un golpe frío. Vecinos, amigos y desconocidos expresaron su tristeza y rabia por una mu€rt€ que, dicen, pudo evitarse. Las autoridades locales advirtieron que los llamados “retos con licor” se han vuelto una p€ligr0sa tendencia, promovida sin control en redes sociales y replicada en bares que, muchas veces, ignoran los riesgos.
Los expertos en toxicología fueron claros: el consumo acelerado de alc0h0l puede causar daños irreversibles al cerebro, los pulmones y el corazón, incluso en personas jóvenes y saludables. “Ningún reto vale una vida”, dijeron con firmeza.
Hoy, la historia de María José Ardila no es solo una noticia: es una advertencia. Una vida truncada por una noche de fiesta que deja a una familia en duelo y a una ciudad reflexionando sobre los peligros de confundir la diversión con la imprudencia. Porque detrás de cada reto viral puede esconderse una tragedia que nadie debería repetir.


 

 
 
 
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario